Por Helen Clark *
NACIONES UNIDAS, jun (IPS) – La poblaci贸n mundial es hoy m谩s sana, m谩s rica y mejor educada que nunca antes. Pero con estos avances incre铆bles a煤n conviven realidades desconcertantes.
Mucha gente todav铆a vive en la pobreza extrema, incluso en econom铆as que crecen r谩pidamente. Alrededor de 20 por ciento de la poblaci贸n del planeta reside en estados fr谩giles y muy vulnerables.
La econom铆a mundial y los sistemas financieros siguen inestables. La violencia armada y las redes del crimen organizado son una amenaza cada vez mayor para la seguridad humana en muchos pa铆ses. Las mujeres contin煤an enfrentando serias barreras para su verdadero empoderamiento. Y estamos llegando a los l铆mites de nuestro planeta.
A medida que la poblaci贸n mundial aumenta de los actuales 7.000 millones de habitantes a casi 9.000 millones proyectados para 2040, y que se mantienen nuestros patrones actuales de consumo y producci贸n, aumenta la presi贸n sobre el planeta y sus recursos.
Por lo tanto, cuando los gobernantes internacionales se re煤nan en junio en R铆o de Janeiro para debatir sobre desarrollo sustentable, la resiliencia deber谩 ser parte importante del di谩logo.
Lograr un desarrollo duradero no es contraponer objetivos econ贸micos, sociales y ambientales, sino verlos como objetivos interconectados que se alcanzan mejor en conjunto.
La resiliencia no puede crearse de la noche a la ma帽ana. Lleva tiempo. Pero es nuestra mejor posibilidad de fijar los avances logrados hasta ahora y de promover un desarrollo humano equitativo y sostenible.
La resiliencia es la capacidad inherente de un sistema de hacer frente a cualquier conmoci贸n externa, sin importar cu谩n previsible o sorprendente sea.
Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la resiliencia es un proceso transformador que se construye sobre la fortaleza innata de los individuos, sus comunidades y las instituciones, para prevenir y reducir los impactos, as铆 como para aprender de la experiencia de conmociones de cualquier tipo, internas o externas, naturales o creados por el ser humano, econ贸micas, sanitarias, pol铆ticas o sociales.
En 2000, Mozambique qued贸 maltrecho por una inundaci贸n causada por un cicl贸n, que dej贸 800 muertos y medio mill贸n de personas sin techo, y alter贸 los medios de vida de un mill贸n m谩s, afectando en total a 4,5 millones de personas.
En 2007, cuando inundaciones de similar magnitud volvieron a azotar Mozambique, hubo 29 muertos, no 800. Y los desplazados fueron 70.000, no un mill贸n.
Cuando el pa铆s fue golpeado por segunda vez, la sociedad estaba mucho m谩s preparada, se hab铆a abordado exhaustivamente el riesgo de desastres y el gobierno hab铆a ejercido conducci贸n y articulado una visi贸n estrat茅gica clara.
La comunidad internacional intervino para brindar apoyo al desarrollo institucional, pol铆tico y de capacidades.
Se iniciaron programas comunitarios y para minimizar el peligro de que se pierdan los medios de subsistencia, y se fortalecieron los sistemas de respuesta a las emergencias. Entidades de la sociedad civil y la Cruz Roja trabajaron con los gobiernos locales y la Organizaci贸n de las Naciones Unidas (ONU) en una preparaci贸n centrada en la comunidad.
La lecci贸n clave que dej贸 la experiencia de Mozambique es que, cuando las sociedades invierten tiempo en aprender de las adversidades, est谩n mejor preparadas para enfrentarlas en el futuro.
Los esfuerzos de cooperaci贸n dentro de las propias comunidades tuvieron un papel mucho m谩s importante para salvar vidas que cualquier intervenci贸n externa. A la sociedad le llev贸 mucho menos tiempo organizarse y recuperarse.
Al crear resiliencia, la prioridad debe ser la prevenci贸n, complementada con esfuerzos expl铆citos para reducir las vulnerabilidades sociales y el compromiso de mantener la integridad de las comunidades, las instituciones y los ecosistemas.
La creaci贸n de resiliencia se beneficia de una gobernanza activa, efectiva, franca y justa, y no solo en el mundo en desarrollo. Como mostr贸 la reciente crisis financiera, no todos los pa铆ses industrializados demostraron una resiliencia sist茅mica ante las conmociones econ贸micas.
A menos que los pa铆ses industrializados est茅n dispuestos a ver c贸mo la adversidad echa por la borda a帽os de desarrollo y progreso humano, es crucial que desarrollen una resiliencia sist茅mica a las conmociones.
Las instituciones 鈥損articularmente las estructuras y sistemas de gobernanza鈥 brindan marcos para desarrollar resiliencia.
Cuando las instituciones estatales no garantizan el acceso a la justicia y a un servicio p煤blico que funcione, y no pueden asegurar un entorno en el que las personas puedan prosperar, las comunidades se vuelven m谩s vulnerables a grupos criminales y violentos, que llenar谩n cualquier vac铆o.
La fragilidad del Estado no solo es reflejo de instituciones d茅biles, sino tambi茅n de sistemas sociales bajo presi贸n. Un Estado resiliente est谩 anclado en una sociedad cohesiva. Y las desigualdades pronunciadas van en contra de esta cohesi贸n.
El desarrollo sostenible basado en la resiliencia tambi茅n exige cultivar la capacidad de los pobres para superar desaf铆os, y deber铆a estar pautado por un compromiso con la propiedad nacional, respuestas amplias e integradas, innovaci贸n y aprendizaje, y participaci贸n estrat茅gica a largo plazo.
Crear sistemas de protecci贸n social es una inversi贸n importante en resiliencia, pues defienden a los m谩s vulnerables de los peores efectos de las conmociones y ayudan a prevenir retrocesos de desarrollo. Estos son los pasos que en los a帽os 30 y 40 dieron muchas naciones que ahora llamamos industrializadas.
Los costos de un piso adecuado de protecci贸n social son de entre uno y dos por ciento del producto interno bruto (PIB). Pero actualmente apenas 20 por ciento de la poblaci贸n mundial en edad de trabajar 鈥損rincipalmente en los pa铆ses de ingresos medios y altos鈥 tienen acceso a sistemas amplios de protecci贸n social.
Las sociedades resilientes son tambi茅n las que tienen una capacidad de di谩logo que permite mediar diferencias con cordialidad. Exhiben confianza social y c铆vica, lo que hace que la poblaci贸n se sienta incluida y alentada a participar.
Establecer estos atributos constituye un arduo trabajo para cualquier pa铆s. Y hacerlo es a煤n m谩s dif铆cil en aquellas devastadas por conflictos y violencia. Pero sin esa capacidad para la tolerancia, la fragilidad puede abrumar las instituciones y sistemas de una sociedad.
*Helen Clark es administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y ex primera ministra de Nueva Zelanda.聽 (FIN/2012)