Por Sabina Zaccaro * – TerraViva
RÍO DE JANEIRO, 21 jun (TerraViva) Es 1992. El pequeño Vusumzi vive con su madre, Mavis, en el distrito sudafricano de Thornhill, uno de los lugares a los que tuvieron que mudarse los negros durante el apartheid, régimen de segregación racial en detrimento de la mayoría negra que rigió hasta dos años más tarde.
Su padre acaba de morir de neumonía y el trabajo de Mavis como limpiadora es todo lo que tienen para sobrevivir.
Doce años después del apartheid, en la nueva Sudáfrica, unas 40 personas son asesinadas a diario en lugares como este. “La gente está bien hasta que llega el día del pago, luego se desata la violencia”, dice Vusumzi, de 10 años.
“A menudo se emborrachan y les roban sus salarios. Algunos pobres roban porque están muy hambrientos”, dice.
Ante la pregunta de cómo mejoraría él las cosas, responde: “Impediría que los adultos violaran a los niños”.
Vusumzi es uno de los niños que tve siguió desde 1992. Durante 20 años, esta organización británica sin fines de lucro filmó las vidas de 11 niños, nacidos en 10 países al momento de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, para ver si las promesas de un mundo más limpio, más sano, mejor educado y menos peligroso se cumplirían a lo largo de sus vidas.
El resultado es un documental titulado “Zero Ten Twenty” (Cero Diez Veinte), divulgado en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, más conocida como Río+20, que tiene lugar en esta ciudad brasileña dos décadas después de aquella Cumbre de la Tierra.
“Ahora hay una nueva cumbre en Río y hemos regresado a cada uno de esos niños para descubrir qué les ocurrió”, dice a TerraViva el director Bruno Sorrentino.
A media hora de trayecto en automóvil desde la casa de Vusumzi, Sorrentino encuentra otro mundo. Se trata de una tierra baja fértil que alberga haciendas propiedad de blancos. Es allí donde nació Justin, en una época de levantamientos en la provincia sudafricana de Cabo Oriental.
El apartheid acaba de terminar y agricultores blancos, vistos como colonos por movimientos radicales de negros, son atacados. El padre de Justin y su esposa Amanda duermen con un revólver bajo el colchón, y con el aparato de radio para llamar a la policía en caso de que haya problemas.
Cuando el apartheid llega a su fin, muchas cosas empiezan a cambiar. Por ejemplo, cambian las actitudes de la gente, dice la familia de Justin. “Las personas quieren reunirse y hacer que el país funcione, y que la situación política funcione, en vez de antagonizar entre sí”, sostienen.
“Trabajan juntos para intentar hacer un lugar mejor”, agregan.
Cuando Justin nació, en 1992, solo los niños blancos iban a la escuela. Pero eso pertenece al pasado. “Un amigo no tiene por qué tener tu mismo color. Puede tener cualquiera, siempre y cuando sea un verdadero amigo, que siempre te ayude y juegue contigo. A mí no me importa qué color tenga su piel”, dice.
Vusumzi y Justin crecieron en una Sudáfrica marcada por un desarrollo dispar, donde la división no tenía tanto que ver con la raza sino más bien con la riqueza.
Ya en la universidad, a los 19 años, Justin siente que tiene el futuro en sus manos.
Al dejar atrás Queenstown “dejé todas las inseguridades que tenía, todas las cosas de mí mismo en las que no confiaba… (Ahora) siento que me he encontrado. Todavía aprendo y crezco, pero en términos generales sé quién soy. Y sé dónde quiero estar. Y sé lo que necesito hacer para desarrollarme, para crecer. Soy un joven adulto ambicioso”, resume.
Vusumzi no fue suficientemente afortunado para intentar tener una vida diferente. Cuando tenía 17 años, su madre tuvo que irse de casa para intentar encontrar trabajo en otro pueblo. Mientras ella estaba lejos, él fue apuñalado por un muchacho ebrio en un ataque callejero.
Tres años después, Mavis está frente a frente con el asesino de su hijo. Quiere perdonarlo.
“Durante 20 años hemos seguido las vidas de estos 11 niños nacidos la primera vez en que los líderes mundiales se reunieron para prometer un mundo mejor a las futuras generaciones. Ha sido una aventura increíble”, dice Sorrentino a TerraViva.
La educación resulta un común denominador en las historias de todos estos niños.
“Cuando empecé no tenía idea de qué historias encontraría. Elegimos a los padres, no a los bebés. Pero sí, la educación se convirtió en un tema realmente fuerte, al ser vista como la vía universal de salida. Esto no es nada nuevo, pero es interesante ver cuán fuerte es”, expresa Sorrentino.
La película, que se divide en tres episodios, es parte del proyecto multimedia “Reframing Rio”, y fue presentado el 18 de este mes en Río de Janeiro. Se puede obtener más información al respecto en el sitio web de tve: http://tve.org/.
(FIN)