05 de febrero de 2008
A que no adivinan cómo celebró el gobierno la enormísima marcha “contra las FARC”: compró a Israel 24 aviones de guerra Kfir tipo C.10, reconvertidos. El negocio se cerró preciso el mismo día de la manifestación, que se suponía tiene que ver de alguna manera con un anhelo de paz. ¿O quizás no?
La adquisición de estos aviones de combate supersónicos, copia mejorada del cazabombardero francés Mirage, fue pactada por el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, de visita en Israel y gran predicador antichavista.
Estos aviones tienen motor General Electric, de fabricación estadounidense, que requieren del visto bueno de Estados Unidos para ser exportados.
El anuncio sobre este negocio fue hecho el 17 de enero por el embajador israelí en Bogotá, quien comentó que “las relaciones son muy fuertes entre el ministerio de Defensa de Israel y el ministerio de Defensa de Colombia”.
Ese mismo día estuvo en Colombia el jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas militares de Estados Unidos, quien calificó de “preocupante” la compra de armamento por parte de Venezuela: dichas adquisiciones “son de gran preocupación no solamente para Colombia, sino para la región”.
A su turno, el general Fredy Padilla de León, comandante de las fuerzas militares colombianas, comentó que “las relaciones con las fuerzas armadas de los Estados Unidos marchan por el mejor momento de su historia, para luchar contra un enemigo común”.
¡Enemigo común! ¿Las FARC? ¿Venezuela?
Si les sirve de consuelo: esos aviones son de segunda mano, e Israel los desechó hace tiempos. Juan Manuel Santos fue a comprarlos en el depósito de la basura bélica que se les vende a los países del tercer mundo.
Eso sí: sin armamento y repuestos, cada nave cuesta unos 12 millones de dólares. Pero puede que a Santos le hayan hecho la rebajita.
Dirán ustedes que tan boba yo, pero a mí estas cosas me parecen muy absurdas. Por eso me acordé de este poema del colombiano Allan Luna, leído en el Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2006:
Vuelo
No soy un criminal cualquiera.
Yo vuelo.
Mis presas están allá abajo.
No veo sus ojos ni oigo sus gritos.
Vuelo.
Sé que me están mirando.
No sé cómo se llaman, ni quiénes son,
No necesito saberlo.
Me basta con saber dónde están,
Para dejar caer sobre ellos
Una lluvia dolorosa.
Lo mío es la muerte y después una cerveza.
No conozco la guerra.
Aún no me han derribado.
(Escrito en Abril de 2003, mes en que cayó Bagdad, la Ciudad de las Mil y Una Noches)
Escrito en : Civiles en la mira,El fin justifica los medios,El poder,Fronteras,La guerra y la paz
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