18 de febrero de 2008
El “Batallón de fusiles calientes” -14 militares y su comandante, el coronel Byron Carvajal- fueron declarados culpables de la matanza de una unidad completa de elite de la policía antidrogas (10 policías) y un informante que los guiaba, el 22 de mayo de 2006 en Jamundí.
Carvajal era comandante del Batallón No. 3 de Alta Montaña, del Valle. La primera pregunta fue: ¿qué hacía el batallón de alta montaña en la zona plana, donde está ubicada la población de Jamundí, en el Norte del departamento del Valle del Cauca, a media hora por carretera de Cali, la capital departamental?
El coronel coordinó a sus hombres -un teniente, un sargento y 11 soldados- en el ataque contra la elite antinarcóticos.
El juez aún no dio a conocer la sentencia, lo que hará en dos semanas.
El Fiscal General dijo en esa ocasión: “Fue una emboscada, una masacre premeditada”; “es un mandado al narcotráfico”.
¿A quién estaban protegiendo los militares? ¿Al mismísimo Don Diego, uno de los capos del Cartel del Norte del Valle?
La prensa publicó en ese tiempo que la finca que pretendía allanar el grupo antinarcóticos de la policía pertenece Don Diego. También pertenecen a él otras propiedades circundantes, como dijo una fuente a IPS.
Por si fuera poco, de todo esto resultó que el Batallón No. 3 de Alta Montaña comerciaba cocaína en la zona montañosa de Jamundí. La droga procedía, supuestamente, de material incautado.
Este caso fue objeto de fuerte tira y afloje, pues la Justicia Penal Militar se quería quedar con él.
La misma noche del 22, el general Mario Montoya, comandante del ejército, presentó los hechos como un error militar durante un recorrido de rutina, y por disposición suya, la justicia castrense comenzó a actuar de inmediato. El Procurador General de la Nación (ministerio público) tuvo que emplearse a fondo dos días después para arrebatarle el caso y que éste fuera investigado por la justicia ordinaria.
Los militares permanecieron 43 minutos solos en la escena del crimen. Sin embargo, hoy se dice que ésta no fue alterada.
Aparecieron allí casquillos de más de 150 balas de fusil y de ametralladora. La mayoría de los casquillos corresponden a proyectiles de fusiles Galil, que usa el ejército, pero algunos corresponden a fusiles AK-47, que utilizan los paramilitares, como los que mantenía Don Diego.
En los funerales de la elite antinarcóticos se vio lloroso a un funcionario de la DEA, que prometió que este crimen iba a ser explicado. El embajador estadounidense pidió “claridad”.
Funcionó: Don Diego fue capturado en septiembre del año pasado, por un “comando especial” del ejército, “en coordinación con entidades nacionales e internacionales”.
Veremos si la justicia se fija en el historial de ejecuciones extrajudiciales y otras violaciones a los derechos humanos que se le atribuyen al coronel Carvajal. Veremos qué dice sobre la presencia, en el lugar del ataque, de casquillos de armamento que no pertenece ni al ejército, ni a la policía antinarcóticos.
¡Ah! Me olvidaba. Los batallones de alta montaña hacen parte del plan contrainsurgente de Estados Unidos en Colombia.
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