Robot para la memoria
01 de diciembre de 2008
El 8 de marzo de 2006, en plena celebración del Día Internacional de Salas, de 20 años, llegó después de almuerzo a
El rector de la Nacional había pedido a la policía antidisturbios, ESMAD por sus siglas, que entrara a la universidad a controlar el motín.
Óscar Salas era flaco, de ojos verdes, de cabello claro. Se afiebró por la radio siendo apenas un estudiante de secundaria. Primero fue radioaficionado, luego estudió producción radial en
Su caso me llamó la atención especialmente, pues ese día Salas resultó herido por un arma extraña. A Salas le penetró por un ojo un objeto que se le incrustó en el cerebro. El muchacho ingresó después de mediodía a Urgencias de una clínica cercana, donde más tarde le fue diagnosticada muerte cerebral. Había ganado un premio de poesía en
Su padre adoptivo Ricardo Lizarazo, quien trabajó en electromedicina en los Seguros Sociales y por lo tanto supo leer los exámenes tomados al joven, expresó que éstos mostraban “un balín del tamaño de un globo ocular en la parte posterior del cerebro, el cual entró por el ojo izquierdo sin dañarlo, pero destrozó los dos hemisferios en su mortal recorrido”.
La muerte de Óscar Salas, también apasionado del teatro callejero, generó fuertes protestas estudiantiles, así como de
El Líbano es un poblado de rica historia enclavado en
Se trata de una página web en la que una locutora de acento ibérico recita sin respiro, “sin amnesia”, uno tras otro los nombres de las víctimas de la guerra colombiana. Un robot que no se cansa nunca mientras nosotros “nos seguimos desgranando, como granos de maíz entre las fauces de la bestia depredadora del olvido”.
“En medio del ruido, cada vez se escucha menos el nombre de las víctimas, se pierden en el zumbido que nos dejan en los oídos los discursos y la cacofonía de los verdugos que gritándose unos a los otros sus propios nombres tapan el nombre de las víctimas, pretendiendo perderlas en el tiempo y en el humo, raptándolas por enésima vez, asesinándolas de nuevo”, advierte el proyecto, titulado “No olvidar a las víctimas”.
“Ya ni calcio cargan nuestros huesos”, dice un poema de Óscar Salas. El día de su muerte llevaba en su mochila dos libros de poesía, otro del cronista tolimense Germán Santamaría, un cuaderno lleno de dibujos y poemas y muchos papelitos de colores, con los que gustaba jugar desde niño.
Con información de Voltairenet
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