Ella no es Lucero, presidente Santos
21 de septiembre de 2010
Que la identifiquen por las miradas de los hombres que se quedaron pegadas a su cuerpo.
Adheridas a sus grandes ojos negros y a sus pobladas cejas, a su lunar en el pómulo izquierdo, a sus labios carnudos y sus grandes dientes blancos, a la pelusa de su nuca, a su piel canela, a su espalda enhiesta, a sus ijares, marcados mejor por la canana.
Cuando oí el anuncio de su muerte, de boca del propio presidente Juan Manuel Santos, pensé en él. En su soledad, en su también tortura cotidiana. Pensé que, para ver su dolor, los americanos romperán su mutismo para contarle prontamente que Lucero murió. Pensé que él los recibirá en su celda con un brillo de dicha en la mirada. Que él ya lo sabrá. Que ella misma ya habrá ido a decírselo entresueños.
“¿Esta es Lucero?”, le preguntó en la Corte de Washington el fiscal Ken Kohl, mostrándole unas fotos suyas durante el juicio “Estados Unidos de América contra Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, también conocido como Simón Trinidad”.
“No señor”, contestó el acusado. “Ella no es Lucero. Es la bellísima Lucero”.
Esta mañana todavía, un portavoz del Instituto de Medicina Legal decía: no se ha identificado a ninguno. Se refería a 22 cadáveres de guerrilleros que fueron abatidos el domingo, en un bombardeo en el departamento de Putumayo, en un sector pegado a Ecuador, y trasladados a la autoridad forense.
El total de insurgentes muertos fue de 27, según el presidente Santos. Y una de las guerrilleras abatidas, dijo Santos ayer lunes, era “María Victoria Hinojosa, alias ‘Lucero’, responsable de la emisora Voz de la Resistencia de las FARC, y compañera sentimental de alias ‘Simón Trinidad’”.
Con toda seguridad que no es Lucero. Es la bellísima Lucero, presidente. Y aún debe llevar las miradas de todos los hombres colgadas a su cuerpo. Por eso la reconocerán fácilmente en Medicina Legal.
De seguir con los ojos su belleza no se salvaron ministros ni altos consejeros, ni diplomáticos, ni directores de Wall Street: los que la vieron en Los Pozos, sede de las negociaciones del Caguán.
Escrito en : Acuerdo humanitario,Desde Bogotá,La guerra y la paz