Este blog es una iniciativa de la agencia de noticias IPS y de su corresponsal en Bogotá, Constanza Vieira.

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Alfredo Correa de Andreis: «Un dolor que lleva tres años»

En su edición del 22 de septiembre, El Espectador publicó esta carta de la hermana del catedrático y defensor de derechos humanos asesinado en Barranquilla, Alfredo Correa De Andreis. Compartimos tus preguntas, Magda.

El pasado lunes 17 de septiembre se cumplieron tres años del asesinato de mi hermano Alfredo Correa de Andreis. A pesar del tiempo transcurrido, continuamos en la misma Colombia, con la misma política de seguridad democrática, con la misma injusticia y bajo el mismo régimen del terror.

Seguimos viendo cada día más desplazados, más tugurios, más miseria, esa miseria por la que Alfredo Rafael luchó y le costó su vida, sólo que ahora son muchos más. Sigo observando cómo se continúa con la política de testigos falsos, de montajes, de encarcelamiento y posterior ejecución, tal y como le sucedió a mi hermano.Me sigo preguntando: ¿qué pasó con los testigos falsos aportados por el Ministerio de Interior en el año 2004? ¿Qué pasó con los detectives del DAS que participaron del burdo montaje? ¿Por qué el director del DAS en 2004 no responde por estas acciones? ¿Y qué pasó con el fiscal de Acción Rápida en Cartagena, quien muy complacido participó y lo acusó? ¿Cuál o cuáles de estas entidades del Estado han respondido por los montajes, acusaciones y posterior ejecución?

Las disculpas ante un asesinato no sirven de nada, pero vuelvo y pregunto: ¿Por qué, a pesar de quedar demostrada la inocencia de mi hermano, ninguna entidad gubernamental ha tenido la gentileza con mis padres de explicarles? ¿Por qué no ha habido una rectificación estatal sobre este “pequeño error”? ¿Por qué no le dicen al mundo que Alfredo era inocente? ¿Por qué han dejado esta duda?

Para unos padres a los que les arrebataron un hijo asesinándolo, nunca habrá consuelo, pero una rectificación sobre la honra destruida de un hijo y una familia sería un comienzo. ¿Será por culpa, por indiferencia, o porque están satisfechos con su gran obra, que el gobierno guarda silencio?

Son tres años, tres largos años.

Magda Correa de Andreis, Barranquilla.

septiembre 27th, 2007

La captura de «Don Diego» y la guerra

Todo el mundo está diciendo por acá que, apresado Diego Montoya, alias “Don Diego”, y puesto la semana pasada en una fragata de la Armada en el Océano Pacífico en espera de su extradición a Estados Unidos, se recompone el panorama de los capos colombianos del narcotráfico.

Los carteles de la droga llevan 25 años recomponiéndose. Unos se han enfrentado al Estado, y otros se han acostado con él.

El primer objetivo conjunto de autoridades colombianas y estadounidenses, aliadas con el Cartel de Cali, fue Pablo Escobar, jefe del Cartel de Medellín.

Muerto este, el Cartel de Cali tomó su lugar, no sólo en los mercados de cocaína en las calles estadounidenses, sino también en las prioridades de la DEA, su antiguo aliado.

El gobierno de Álvaro Uribe negoció ¿la paz? ¿la desmovilización? ¿el silencio? con los herederos del Cartel de Medellín y el Cartel de la Costa, llamados AUC, Autodefensas Unidas de Colombia. Obtuvo con ello importantes reducciones en los crímenes que ocurren en el país, por lo cual se lo felicita efusivamente desde este blog, igual que lo hizo ayer el gobierno estadounidense por el «éxito» del Plan Colombia.

Y en todo caso Uribe se dedicó a perseguir al Cartel de Cali, rivales de los anteriores en los mercados de droga de Estados Unidos.

Extraditados los jefes del Cartel de Cali, éste fue reemplazado por el Cartel del Norte del Valle. Sus jefes actuaron al estilo de los caleños, sobornando a centenares de funcionarios militares, policiales y civiles de todo nivel.

Para poder apresar a “Don Diego”, primero hubo que arrestar a más de una decena de militares activos, incluyendo un coronel, que estaban a su servicio.

Sobre esta relación, hasta ahora sólo se ha hecho referencia a actividades relacionadas con el narcotráfico. Falta ver qué “positivos” acumuló la alianza “Don Diego” – Tercera Brigada (con sede en Cali) en materia de violaciones a los derechos humanos.

Otros 250 hombres integraban la red de seguridad de “Don Diego”.

Del Cartel del Norte del Valle queda aún libre y actuante Wilber Varela, alias “Jabón”. De este se dice que considera que en su negocio no es necesario sostener grupos paramilitares para matar civiles, y basta con tener un ejército propio.

Lo que no se entiende todavía es por qué fue Varela el autor del atentado contra el Club El Nogal en Bogotá, la misma noche en que allí se reunirían secretamente el entonces ministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño Hoyos, y el jefe de las AUC, Salvatore Mancuso, Cartel de la Costa.

En todo caso, de grandes carteles que controlaban monopólicamente, por regiones, todas las etapas del negocio y le imponían el precio de la base de coca al campesino que la vendía, se está pasando de manera generalizada a una cadena de producción más “democrática”, integrada por grupos pequeños que controlan sólo un eslabón de una cadena productiva local, en las áreas de producción, o transporte dentro de Colombia, ruta al exterior o lavado de dinero.

Mientras, crece el dominio de los carteles mexicanos en las etapas más rentables, las más cercanas al consumidor final.

La guerrilla –tanto las FARC como el ELN- comenzó a meterse en el negocio de la droga porque es una actividad económica que tiene lugar en sus territorios, y al cual se le cobra alcabala, como a toda producción.

Al mismo tiempo, mediaba en el precio a favor de los campesinos, contra las prácticas monopólicas de los carteles grandes.

Se supone que el ELN no va más allá. Las FARC afirman que ellas tampoco.

La guerrillera Sonia, de las FARC, hoy en prisión en EE.UU., fue apresada cuando estaba en su trabajo en el río Caguán, de cobrar impuesto a una compradora de base de coca conocida como La Mona, que se había citado con ella y la entregó al ejército, previo acuerdo de la narcotraficante con la fuerza pública.

Digamos que, hasta aquí, se puede decir sin equivocarse que tanto las FARC como el ELN están en el negocio de la droga. De ahí en adelante comienzan las diferencias, que pueden ser de interpretación o atribuibles a desinformación.

Lo que se ha visto es que ambas guerrillas además aparentan cuidar tanto plantaciones como laboratorios, y podría suponerse que reciben dinero por ello. También podría contra argumentarse que los territorios donde hay cultivos y laboratorios son los mismos donde hay guerrilla por un detallito así de chiquitico: porque allí no hay Estado y guerrilla y narcos pueden actuar a sus anchas.

De todas formas, los laboratorios ya hacen parte de un eslabón más arriba de la cadena productiva del narcotráfico. A quién pertenecen esos laboratorios, difícil saber.

Lo que sí es lógico es que, a medida que se van desmantelando los carteles grandes, los grupos pequeños tendrán menos capacidad de sostener ejércitos propios para cuidar su negocio. Deduzca usted qué ocurre cuando la demanda de seguridad de un pequeño grupo narco se encuentra, en un territorio dado, con la oferta de seguridad de la guerrilla.

Las autoridades estadounidenses consideran a las FARC el cartel de la droga más grande del hemisferio occidental. La verdad es que no hay ninguna prueba de que las FARC controlen eslabones de la cadena de producción por fuera de las fronteras colombianas.

De lo que no cabe duda es que el negocio de la droga es un combustible estratégico del conflicto colombiano. Aceita a todas las partes, incluidos los lavadores de dólares e importadores de armamento que pagan impuesto de guerra.

En todo caso, vale tener presente la expresión del comandante de las fuerzas militares, general Freddy Padilla, acerca de que Colombia es “laboratorio” de la guerra contra las drogas. Y recordar la existencia del complejo militar industrial, que vive de azuzar las guerras. Y no olvidar un antecedente: el Irán – Contras- Gate cuando, con cocaína del Cartel de Cali, la CIA financió a los paramilitares nicaragüenses, en tiempos del gobierno sandinista.

1 comment septiembre 18th, 2007

La Guerra de los Dos Mil Días

Según mis cuentas, el martes 11 de septiembre se cumplieron dos mil días de guerra en Colombia.

Es decir, dos mil días desde que el 20 de febrero de 2002 se rompió la “zona de distensión”, de 42 mil kilómetros cuadrados desmilitarizados, establecida por el presidente Andrés Pastrana desde el 1 de enero de 1999 para negociar con las FARC, en el sur del país.

Dos mil días desde que los hijos de los pobres se matan y hieren unos a otros, fieramente.

Nadie se acordó. No hubo balances. Sólo los partes de guerra rutinarios de ambos bandos, en estos días aparentemente favorables al estamento militar. No se rememoraron los anuncios de acabar con la guerrilla en seis meses.

Sólo por casualidad, el 11 de septiembre el ministro de Defensa Juan Manuel Santos enfrentó, en la comisión Segunda de la Cámara de Representantes, un debate sobre las quejas contra la fuerza pública, que en los últimos 5 años han dejado investigaciones disciplinarias en la Procuraduría General de la Nación, a cargo de vigilar el comportamiento de los funcionarios del Estado y el respeto de los derechos humanos.

Entre 2002 y 2007, suman ya 36.068 expedientes.

Todas las quejas son graves. Muchas tienen que ver con abuso de autoridad y con violación de derechos humanos.

La Policía lleva la peor parte con 22.897 quejas. Le siguen el Ejército, con 11.748, la Armada con 1015 y la Fuerza Aérea con 417.

Ese 20 de febrero de 2002, y los días subsiguientes, el equivalente brasileño de la Nasa, que monitorea vía satélite los incendios en la selva amazónica, mostraba un incendio gigantesco en el Caguán, rodeado de miles de puntos que indicaban incendios menores en toda la llanura.

Así veía el satélite los bombardeos masivos que siguieron al rompimiento.

septiembre 12th, 2007

Capturado Diego Montoya alias «Don Diego»

Se trata de uno de los capos del narcotráfico más buscados en el mundo, y por quien el FBI ofrecía 5 millones de dólares. De hecho «Don Diego» es el séptimo en la lista de los más buscados por el Departamento de Estado y el FBI, en la que figura por ejemplo Osama Bin Laden.

La noticia sobre su captura trascendió a hoy las 10:40 hora local (15:40GMT). Inicialmente se informó que fue capturado esta madrugada en el Norte del Valle, luego se dijo que su detención ocurrió la semana pasada y que Montoya se encuentra desde el sábado en Bogotá.

Su captura se da luego de que este año se avanzó en el desmantelamiento de la red de oficiales activos del ejército que lo protegían y trabajaban para él, en el occidental departamento del Valle del Cauca.

El derrumbe de Don Diego comenzó en junio del año pasado, el día del entierro de los miembros de la unidad elite antidrogas de la policía, que fueron atacados por una unidad del ejército en Jamundí.

El ejército, aparentemente, protegía a Don Diego. En el entierro, agentes de la DEA advirtieron que vengarían a los policías inmolados. A partir de allí han ido revelándose gota a gota relaciones de miembros de la oficialidad con narcotraficantes.

Ver: Batallón de fusiles calientes

El Cartel del Norte del Valle ha recibido golpes importantes en los últimos años, pero éste es el primero en Colombia.

En 2005, Cuba capturó a alias “Rasguño”, a quien Don Diego y su rival en el Cartel del Norte del Valle se refieren como “El Señor”. “Rasguño” pasó dos años en una cárcel cubana y luego fue deportado. A pedido del propio “Rasguño”, que temía ser asesinado en la cárcel colombiana donde permanecía, el gobierno lo extraditó a Estados Unidos.

Recientemente, Brasil capturó a “Chupeta”, también miembro de ese cartel.

A la par con sus nexos con estructuras de la fuerza pública, «Don Diego» tiene su propio grupo paramilitar, que continúa activo. «Don Diego» no hizo parte de las negociaciones gubernamentales que lograron desmovilizar parcialmente a los grupos paramilitares. Esta negociación fue adelantada con capos del Cartel de Medellín y del Cartel de la Costa Atlántica.

septiembre 10th, 2007

BOGOTÁ EN UN DÍA DE SOL (2) La verdad, como siempre, está en las víctimas

“Usted no es ningún dios para que se crea el dueño de la vida de mi hijo”, dijo el profesor Gustavo Moncayo al presidente Uribe durante su charla de tres horas en la carpa donde habita desde el Primero de Agosto.

Cita recogida por Camilo Raigozo en el semanario comunista Voz, 8 de agosto de 2007

agosto 12th, 2007

No son (o eran) autodefensas

El ministro de Defensa Juan Manuel Santos definió en entrevista del 12 de agosto en El Tiempo a qué se dedican (dedicaban. El ministro habló en pasado) los paramilitares:

-Actividades contrainsurgentes, masacre de la población para atemorizarla y quitarle apoyo político a la guerrilla.

Así las cosas, todo queda requeteclaro. Gracias, ministro.

agosto 12th, 2007

Moncayo, la realidad como equipaje

“Yo aquí voy a fijar mi residencia”, dijo el profesor Gustavo Moncayo cuando llegó a la Plaza de Bolívar el miércoles a las 4 de la tarde, después de un viaje a pie de mil kilómetros. Por eso, espera allí este jueves al presidente Álvaro Uribe.

El miércoles a las 6:45 a.m., al aire por Caracol Radio, el mandatario había invitado al profesor Gustavo Moncayo a reunirse con él en el palacio presidencial. “Yo voy a tener mi vivienda en la Plaza de Bolívar. Lo invito”, le contestó Moncayo, que a esa hora aún estaba en Soacha, municipio aledaño a Bogotá por el sur, donde había pernoctado.

Ahora Moncayo y Uribe viven a 200 metros de distancia y será el presidente derechista, acompañado de varios ministros, el que vaya a las 9 a.m. a visitar al “caminante por la paz”.

Moncayo recibirá a Uribe en la “Oficina – sala de espera y cafetería” de su nuevo hogar, como avisa la señalización en una de tres amplias tiendas de lona impermeable blanca que la alcaldía izquierdista de Bogotá ha dispuesto para que se instale, tras un cerco perimetral de 22 x 8 metros de vallas móviles de seguridad, en el costado sur occidental de la plaza.

Las otras dos tiendas son “zona privada”. Allí hay colchonetas, sobre un mullido aislamiento de las lozas de granito que cubren la amplia explanada; y almohadas, cobijas, un par de muebles de plástico.
Un potente calentador ambiental a gas para exteriores debe amparar de la brisa gélida que sopla del Páramo de Cruz Verde, que domina los cerros andinos al oriente de la ciudad. Dentro del cercado, tres sanitarios móviles de color esmeralda. El conjunto está dotado de electricidad.

Sobre su encuentro con Uribe, Moncayo ha dicho: “Necesito por lo menos tener ese diálogo, ya que hay una necesidad urgente, prioritaria, que son nuestros secuestrados”, “esto es fundamental, no da espera. Vamos a cumplir los 10 años de sufrimiento y dolor”.

Desde el 17 de junio hasta el primero de agosto, Moncayo caminó desde su pueblo Sandoná, en el extremo sur occidental de Colombia, departamento de Nariño.

Partió precisamente el Día del Padre para exigir la libertad de su hijo, el cabo Pablo Emilio Moncayo, de 29 años, apresado por las FARC desde el 21 de diciembre de 1999.

Su objetivo es “convencer a las dos tapias (sordos) más grandes que ha habido en Colombia: el presidente Uribe y las FARC”, dijo este miércoles poco después de las 4 de la tarde, apenas llegó, ante una Plaza de Bolívar que hervía de gente que clamaba por el acuerdo humanitario y lo escuchaba con fervor.

“Porque los unos dicen: queremos despeje, y el presidente dice: ¡no hay despeje! Y los unos dicen: si no hay despeje, no hay acuerdo humanitario, y el presidente dice: ¡No hay despeje! ¡Y no hay acuerdo humanitario!, y lo dice a voz en cuello.

“Y eso nos duele, porque para nosotros es un daño psicológico muy grande” dijo el docente, además padre de cuatro hijas.

“Yo no vengo a pedir nada a nadie. Es una exigencia del pueblo”, agregó Moncayo, de 56 años, “es el pueblo el que está exigiendo hoy que haya acuerdo humanitario. Porque no podemos dejar que nuestros seres queridos se pudran allá en la selva”, y recordó a los 11 diputados del Valle del Cauca que perecieron el 18 de junio pasado en confusos hechos, siendo rehenes de las FARC.

Aún no se tienen noticias sobre la entrega de los cadáveres a sus familias, a través de una comisión humanitaria internacional. Su muerte, dada a conocer por las FARC con 10 días de retraso, causó un duro impacto al caminante, para quien esa tragedia fue producto del “orgullo falso” y el “rencor”.

“Las FARC no pueden seguir jugando con nuestro dolor. Los cuerpos nos pertenecen, son nuestros, queremos recibirlos y no dilaten más esa decisión y esa disposición que han dicho tener”, dijo a través de Caracol Radio Fabiola Perdomo, ahora viuda del diputado Juan Carlos Narváez.

“Siento un poquito de dolencia en mis pies porque tal vez he abusado de ellos. Los dolores físicos se curan con medicinas, pero los dolores que tengo, que tenemos en el alma, esos durarán muchos años en sanar”, dijo Moncayo cuando arribó a la Plaza de Bolívar.

Trazó responsabilidades para todos, gobierno, legisladores, “también nosotros tenemos culpa por haber sido indiferentes ante el dolor del secuestro de los otros, también es culpable el pueblo porque nos ha dejado solos.

“Ni gobierno ni guerrilla se han conmovido ante el dolor de nosotros.

“Estoy por todos ellos” y se ofreció en canje para que liberen al grupo “porque ellos tienen más derecho a vivir”.

Recordó al gobernador de Antioquia, al ex ministro de Defensa, a los 11 militares que sucumbieron con ellos un cinco de mayo de espanto en 2003, ejecutados por sus captores durante un intento de rescate militar, y “a los otros soldados y policías que murieron y que a nadie le importan”.

“No han callado, tenemos miedo a levantar nuestras voces”, “he caminado en las marchas del magisterio”, pero en ellas “aceptamos que nos hagan marchar solo por un carril de la vía, y no protestamos”.

Por eso, junto con su hija Tatiana “decidimos desafiar todo, especialmente la indiferencia del pueblo colombiano”.

El “caminante por la paz” es licenciado en ciencias sociales y tiene un postgrado en historia.

Precisamente cuando Moncayo estudiaba su postgrado, la familia pasaba por una situación económica difícil, y él y su esposa Stella Cabrera le sugirieron a su hijo mayor, Pablo Emilio, recién graduado de secundaria y único varón, que ingresara por un año al ejército.

Las finanzas se demoraron en mejorar, Pablo Emilio se quedó, y más tarde ya le gustó la vida militar.

En la plaza, Moncayo ejerció como maestro ante los miles de congregados. Contó que, al iniciar el viaje a pie, le dijo a su hija Yuri Tatiana, quien también acompañó a su padre desde Sandoná: vamos a aprender a observar, y lo primero que vieron fue que “el sol nos buscaba para alumbrar nuestros pasos”.

Lo principal fue comprobar “la grandeza del pueblo colombiano”, cuando mujeres y hombres salían a invitarlos a probar sus tortas de maíz y los hacían seguir y sentarse. En contraste, en una de esas, paró un lujoso BMW blindado. Se bajó el señor y dijo: venga, profesor, tómese una foto conmigo, posó y se marchó.

En un punto de su camino tuvo que hospitalizarse porque tenía calambres. Le ordenaron pasar la noche en una camilla, y él aceptó gustoso el descanso. Pero al otro día amaneció de muerte porque la camilla tenía unos resortes sueltos y se le enterraron “en otra parte” cuando se sentó.

“Y supuestamente era el mejor hospital”, dijo a la muchedumbre en la Plaza de Bolívar.

Siguieron caminando y salieron a encontrarlos dos niños de 8 y 9 años. “Quiero que le liberen a su hijo”, le dijo a Moncayo uno de los pequeños. Iban descalzos y embarrados de pies a cabeza. Eran niños trabajadores que se ganan por día entre 2.000 y 2.500 pesos (US $1y1,25). “¿Eso es justo?” ¡No!, gritó la gente.

A lado y lado de la flamante Carretera Panamericana, por la que pasan poderosas tractomulas trayendo y llevando la economía del país, vio miseria, y a “la gente clamando por una moneda”.

Encontró a contratistas que llevaban 10 meses sin salario y que no podían protestar “porque la fuerza pública nos da bolillo”.

Moncayo almacenó cada una de esas imágenes en su viaje, “en una de esas cámaras que demoran media hora en tomar la foto”, contó.

“No esperemos a que nos llegue la paz. No regalemos a los pobres medias pecuecudas (malolientes) ni zapatos que no sirven. No demos lo que nos sobra, porque eso no es caridad. Demos de lo nuestro, para recibir mucho”.

El día más difícil fue el cruce de La Línea, una mole casi abrupta de 3.300 metros de altura sobre el nivel del mar.

Les cayó tremendo aguacero y cuando llegaron a la cima, hambrientos y exhaustos, el Sindicato de Maestros del Tolima comenzó por servirle comida a él y su comitiva, “pero la garganta se me hacía un nudo porque a nuestro lado estaban policías y enfermeras que nos habían acompañado en La Línea”.

Moncayo no probó bocado hasta que no hubo para todos, y luego “llegó tanta comida que le dimos hasta al dueño de la tienda” de víveres donde se encontraban.

Luego se reunió con los agentes y les dijo: cuando hay un mitin, ustedes nos atacan con gases lacrimógenos y agua, y nos dispersan, ¿por qué? Y ellos dijeron: tenemos la orden de garantizar el desarrollo de los grandes capitalistas, y de darle bolillo al pueblo si interfiere.

Les dijo: ¿por qué no averiguan por qué la gente protesta, y se unen a la marcha? “Qué lindo sería señores agentes que ustedes se unieran al pueblo, en vez de darle garrote”. Entonces, un coronel le expresó su admiración y le prometió que cambiaría su forma de actuar, contó.

“Tenemos que hacer que el pueblo se levante con dignidad”, dijo, y luego explicó, en tono de maestro, en qué se diferencia “intercambio humanitario” de “acuerdo humanitario”, y por qué lo correcto es usar el segundo término.

Intercambio humanitario es que liberemos a 100 guerrilleros a ver si las FARC nos liberan a nuestros seres queridos, explicó, y eso “es únicamente mirar hasta la nariz (…) pero tenemos que mirar al futuro”, dijo en alusión a la excarcelación de 150 supuestos insurgentes escogidos por el gobierno, hace unos meses.

En ese episodio, por presión del presidente francés Sarkozy, Uribe liberó también a Rodrigo Granda, miembro de la Comisión Internacional de las FARC. La guerrilla no reconoció el gesto unilateral como un avance.

En cambio, explicó Moncayo, el acuerdo humanitario “es entre dos partes. De un lado debe estar la guerrilla y del otro el presidente. Y no es por teléfono ni por Internet, como lo propone” el gobierno, “es en una mesa. Debe haber un convenio de las partes”.

“Compromisos gobierno-Farc, eso es lo que queremos todos”, dijo.

Moncayo le propone a las FARC un plan muy sencillo: no secuestrar más, no atacar más bases militares ni puestos de policía, decretar un cese al fuego, y, agregó, “qué lindo sería que dijeran: vamos a deponer las armas porque queremos la paz de Colombia”.

Hizo cuentas sobre la ingente cantidad de balas que se gastan los centenares de miles de militares colombianos nada más haciendo prácticas de polígono, y recordó que cuando el presidente Uribe ordena “vamos a rescatar a sangre y fuego, está invitando al pueblo colombiano a convertirse en asesinos en potencia, y ¿quiénes son? Nuestros hijos”.

Agregó que les pagan “un millón y medio de pesos y 15 días de vacaciones a los soldados si traen guerrilleros muertos”.

En cambio, el presidente “debería nombrar a 400 mil maestros (…) que la plata que se invierte en la guerra se invierta en educación, hay que darle garrote pero a la ignorancia”, en vez de pedir dinero en el exterior para la guerra.

Que los recursos se inviertan en vivienda, “no más cambuches” como los que vio a la orilla de las carreteras. Que “todos los que manejan los rubros económicos dejen que la plata llegue a donde debe”: comprar pupitres, dotar hospitales y “muchas cosas más”.

Que no diga más que no habrá acuerdo humanitario, pues “eso nos duele a nosotros”.

Vaticinó que en ese Primero de Agosto “partimos en dos la historia de Colombia” y que será en el futuro un día para celebrar.
Propuso formar mesas permanentes por el acuerdo humanitario, integradas por sindicalistas, líderes de bancadas o amas de casa, “para que el pueblo diga lo que necesita y que nos sean los norteamericanos (estadounidenses) los que digan qué tenemos que hacer”.

“El que comenzaron considerando chiflado, resultó el doliente más sabio”, escribió el poeta Jotamario Arbeláez en su columna de opinión del diario bogotano El Tiempo que circuló el miércoles.

En la noche, Moncayo se reunió en la sede del Episcopado con 18 embajadores, entre ellos los de Francia, Suiza y España, facilitadores reconocidos por ambas partes.

En su agenda está ya una gira por Francia, Bélgica y España, dentro de uno o dos meses. “La idea es que mi papá pueda exponer a Europa y a todo el mundo el drama que se está viviendo en Colombia por los secuestrados”, dijo Tatiana Moncayo.
La alcaldía pagará para la comitiva 41 habitaciones en un hotel cercano, de cuatro estrellas.

agosto 2nd, 2007

BOGOTÁ EN UN DÍA DE SOL (1) Moncayo hizo esperar media hora a Uribe

El acceso a la Plaza de Bolívar amaneció fuertemente custodiado por la Policía, que hacía requisas minuciosas a todo el que pretendiera acercarse a las toldas donde el profesor estableció desde anoche su residencia, en el costado suroccidental de esta amplia explanada que constituye el corazón político de Colombia.

Flanqueando por su vicepresidente Francisco Santos, su Alto Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, su ministro del Interior y de Justicia Carlos Holguín, el presidente Álvaro Uribe cumplió la cita con el profesor Gustavo Moncayo, prometida la víspera, y arribó a la plaza a las 9:15 de la mañana hora local (14:15 GMT).

Pero Moncayo no estaba para recibirlo. Sólo llegó media hora después. Se llegó a hablar de “la silla vacía”.

Adujo que estaba en misa, preparándose para la importante reunión. Por su parte, Uribe contó que “anoche le pedí mucho a Dios que me ayudara a ordenar el alma”, para poder llegar a donde Moncayo “con cariño, con respeto”. Lo esperó practicando un deporte suyo muy favorito: hablando a la prensa.

“Tú estás gritando más duro que yo. Me hiciste venir”, dijo Uribe a Moncayo por intermedio de los periodistas, mientras esperaba. Y advirtió que una cosa es el profesor y “otra cosa son los bandidos”. Ya que Moncayo ha pedido la paz y el acuerdo humanitario, el presidente recordó que “la perseverancia en la seguridad es el camino de la paz”.

“Aquí no ha habido juego de vanidades ni artificios de poder… el profesor Moncayo habla con toda sinceridad…”, dijo el mandatario mientras seguía esperando.

“Él me dijo ayer ‘lo espero mañana a las 9 de la mañana en la Plaza de Bolívar’ y aquí estoy”, dijo Uribe cuando el reloj ya marcaba las 9:30 a.m.. Para entonces, habían llegado el canciller Fernando Araújo y el subintendente de policía Frank Pinchao, ambos evadidos de las FARC cuando estaban en igual situación que el hijo del profesor Moncayo.

Faltando 10 minutos para las 10, una mujer le dijo a Uribe que su esposo fue desaparecido hace cinco años de la ciudad de Magangué, al norte del país, zona paramilitar. Uribe de inmediato dispuso que su Alto Comisionado Restrepo instalara un escritorio para recepción de quejas.

En Colombia las cifras de secuestro varían de acuerdo con la conveniencia. Hoy se dice que son tres mil o cinco mil, pero cuando se muestran avances en seguridad se habla de 800. En todo caso se está revelando que las víctimas de desaparición forzada llegan a 30 mil.

A las 9:54 Moncayo apareció con una niña de tres años en sus brazos. La gente aplaudió el encuentro de los dos protagonistas y la ansiada reunión comenzó de inmediato, “a carpa cerrada”, en el toldo acondicionado por la alcaldía como oficina de Moncayo, en plena Plaza de Bolívar.

agosto 2nd, 2007

Carta a una hija acallada

“Entendemos tu dolor porque lo hemos vivido, lo hemos sentido en carne propia. Muchos de nuestros padres y madres han sido desaparecidos, asesinados, torturados”, escriben Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad a Carolina Charry, hija del diputado rehén Carlos Alberto Charry, muerto el 18 de junio junto con otros 10 diputados rehenes de las FARC. Las palabras de Carolina durante la manifestación de rechazo a la matanza, al secuestro y por la libertad, fueron calificadas de “infames” por el ministro del Interior y de Justicia, Carlos Holguín.

Querida Carolina,

Sabemos que estos últimos días, desde que te enteraste de la muerte de tu padre, han estado marcados por el profundo dolor de una ausencia que no te explicas, por la rabia, la impotencia y la tristeza. Una rabia que es justa, normal, atinada. Una rabia que no le quita valor a tus palabras ni objetividad, ni razón ni fundamento político. Imaginamos la indignación y el dolor que debiste experimentar cuando tus palabras fueron calladas por unos tantos que no entienden que la vía negociada es la única que le queda a Colombia para evitar más muertos, más padres y madres ausentes, la profundización cada vez más irracional de la guerra y de las exclusiones y desigualdades. Sabemos también de cómo debiste sentirte cuando el Ministro del Interior y Justicia, quitó de tus manos y tu boca el derecho que tiene todo ciudadano y ciudadana a la palabra, a plantear su punto de vista, a discutir con argumentos, pues esos – fuesen los que fuesen –, deben ser rebatidos con respeto.

El Ministro hizo alarde de múltiples fuerzas que le confieren la cultura y la sociedad colombiana. Además de comportarse como un patriarca, es un adulto que desconoce tus saberes porque no son iguales a los suyos y quizás porque profundamente te teme. Teme a una juventud que no le juega a la mano firme, que no se paraliza a pesar de tantos signos de represión y obstáculos puestos. Por supuesto, él también se vale del poder que le otorga su cargo, siempre a la defensa, y de un discurso de guerra que juega con la falta de claridad política y los deseos de paz de un pueblo que vive embaucado por los medios de comunicación.

Nos unimos a tu lucha, que es nuestra lucha. Nos unimos a todos aquellos que se sienten estafados, burlados, utilizados por las marchas del pasado 5 de julio. Al clamor de los familiares de las y los secuestrados, y el de todos los que consideramos necesaria la concreción de los Acuerdos Humanitarios y procesos de acercamiento para el diálogo y la negociación del conflicto armado. El gobierno nacional utilizó una iniciativa que posicionaba los Acuerdos Humanitarios, para concitar el repudio natural de cualquier ciudadano cuerdo a la violencia y la privación de la libertad como recurso político; para ratificar su posición militarista, salir triunfante, ileso, sin responsabilidades por el asesinato de los 11 diputados del Valle.

Carolina, alza tu cabeza, que veamos tu rostro, mantente erguida. Llora cuando quieras, grita, desespera, permítete quebrar cuando sea necesario. Toma aliento, porque esta lucha es larga. Entendemos tu dolor porque lo hemos vivido, lo hemos sentido en carne propia. Muchos de nuestros padres y madres han sido desaparecidos, asesinados, torturados. Lo entendemos porque desde ese dolor también hemos hecho valer nuestra voz y porque igualmente hemos sido señalados y callados. Algunos y algunas nos dicen radicales, descalifican nuestras palabras y reivindicaciones porque dicen que están pasadas por el dolor o porque son dichas con voces jóvenes, nos niegan nuestro carácter de interlocutores válidos.

Así hizo el Presidente Uribe al referirse a la hija de Ingrid Betancourt hace algunos días; así lo harán algunos de quienes te rodean, incluso las y los más cercanos. Carolina, no te dejes desanimar, la política siempre ha estado pasada por los sentimientos, valientes nosotros y nosotras que lo reconocemos, eso no le quita validez a los argumentos, al contrario, los nutre.

Hemos vivido de múltiples formas lo que experimentaste el pasado jueves. Lo hemos vivido cotidianamente cuando vemos que en la historia se niega la vida de nuestros padres, madres, familiares y de las colectividades a las que pertenecieron. Lo entendemos porque diariamente nos enfrentamos a un uso parcial de los medios de comunicación, los cuales son fundamentales para definir qué se olvida y qué se recuerda, qué se dice y qué se calla. Con relación a las marchas del 5 de julio se calló tu voz, la nuestra y la de cientos de personas que exigimos el Acuerdo Humanitario.

Carolina, hermana, si así permites que te llamemos, somos Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad, estamos andando caminos de lucha, queremos un país en cuya historia estemos incluidos, que allí nuestras voces y versiones del devenir histórico de Colombia tengan lugar. Somos Hijos e Hijas de una generación silenciada de varias formas, por lo cual queremos justicia y condenamos la impunidad. Somos una generación de jóvenes que queremos plantear alternativas al país: a los movimientos sociales, a los partidos, a las organizaciones de paz, a las y los ciudadanos en general. Con un fuerte abrazo de muchas hermanas y hermanos, con la energía que nos da nuestra apuesta, te rodeamos en este duro momento por el cual estás pasando.

 

Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad

julio 15th, 2007

Perdida la última esperanza

Las familias de los 11 diputados del occidental Valle del Cauca muertos en cautiverio perdieron hoy la “última lucecita de esperanza”, dijo Fabiola Perdomo, ahora viuda. Ese fue el efecto de una breve misiva firmada por “Raúl Reyes, Comisión Internacional”, y publicada este lunes en la página oficial de las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, alzadas desde 1964.

Hasta esa publicación, pensaban las familias que quizá la tremenda noticia del Comando Conjunto de Occidente, de esa guerrilla, sobre el crimen de sus esposos, padres, hijos, hermanos, se trataba de una broma pesada de alguien.

La carta de Reyes pide a España, Francia, Suiza y el Comité Internacional de la Cruz Roja “acompañamiento” y “buenos oficios” para entregar los cadáveres. La delegada del Comité Internacional de la Cruz Roja reveló que la petición le llegó hace “varios días”.

Han pagado así 11 familias vallecaucanas la “cuota de sangre” que les demandó Uribe. Las futuras generaciones de colombianos se los van a agradecer, afirmó el presidente cuando se reunió con ellas, a puerta cerrada, la semana antepasada en Cali.

Dicen que Uribe se volvió loco. Yo no lo creo.

El viernes, en el Diario del Sur, de Pasto, Alberto Rueda, ex asesor del ministro Sabas Pretelt en la cartera del Interior y de Justicia, propuso un plebiscito por el acuerdo humanitario.

La recolección de firmas durante el penoso peregrinaje de Gustavo Moncayo son muestras de apoyo a la causa de la liberación de los secuestrados, pero son solo eso, muestras de apoyo”, escribe Rueda.

El profesor Moncayo, padre de Pablo Moncayo, militar prisionero de las FARC hace más de nueve años, salió a pie desde Sandoná, departamento de Nariño, frontera con Ecuador, para pedir un acuerdo humanitario que le devuelva a su hijo y a los demás.

Moncayo partió hacia Bogotá el mismo día en que fueron ejecutados los 11 diputados rehenes, el 18 de junio. Ha recorrido unos 600 kilómetros. Hoy llegó a Obando, Valle del Cauca. La gente «sale a borbotones a acompañarlo», según un periodista de Caracol Radio. Dicen que ha recolectado un millón de firmas.

Moncayo dice que sus declaraciones son recortadas sistemáticamente por los medios de comunicación. Desde ayer, quienes quieran caminar con él deben someterse a que sus “antecedentes penales” sean revisados.

Uribe “debe delegar la negociación del acuerdo humanitario en una comisión de cinco o seis notables”, escribe Rueda, “las condiciones inamovibles que ha enunciado el presidente para el acuerdo humanitario no son razones de Estado, son razones del presidente Uribe”.

“En Italia, por ejemplo, en los tiempos de las Brigadas Rojas, una sentencia de la Corte Suprema obligó al gobierno a entregar a dos terroristas a cambio de un secuestrado”, explica.

Rueda propone “una recolección nacional de firmas para un plebiscito que otorgue facultades a un grupo de notables, cuyos nombres deben ser conocidos ya en el mismo plebiscito para ahorrar tiempo, que negocien la liberación humanitaria”.

El plebiscito tiene “dientes” para obligar a Uribe a escuchar la voluntad nacional, es la idea de Rueda, quien renunció en octubre de 2004 a su cargo como asesor del Despacho debido a que tampoco se ha escuchado el clamor contra la guerra antidrogas, que también parece cosa de locos, pero que en realidad es cuestión de mucho, mucho dinero, como muy bien lo muestran ciertos admiradores del presidente.

Entre tanto, el policía Freddy Andrés López se suicidó en Pupiales, Nariño. López fue apresado por las FARC en un combate y luego canjeado, junto con más de 300, por el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2000), a cambio de 14 guerrilleros presos.

“El gobierno se olvidó de ellos”, dijo Aida Hernández, esposa de López, “Él cada vez estaba peor y el gobierno nunca hizo nada”.

Dicen que lo tenía muy impresionado la muerte de los diputados. El coronel Javier Patiño, comandante de Policía de Nariño, afirmó que López había recibido ayuda psiquiátrica.

julio 9th, 2007

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Nada de lo colombiano ha sido ajeno en el trabajo de Constanza Vieira para la agencia de noticias IPS. Desde las cuatro décadas de guerra civil y la acción de sus múltiples bandos armados (guerrillas, ejército, paramilitares, narcos), pasando por el acuerdo humanitario que libere a rehenes y prisioneros, el drama de los desplazados y las comunidades indígenas, el ambiente, el proceso político legal, la relación con países vecinos, la cultura. Todo eso, y más, está presente en el blog personal de esta periodista que también trabajó para Deutschlandfunk, Deutsche Welle, Water Report del Financial Times, National Public Radio y la revista colombiana
Semana, entre otros medios.